lunes, 9 de diciembre de 2013

Farina Angelias y el hada de la estrella roja (La primera noche)






Capitulo 2
La primera noche


Farina y Maqui partieron de Tazara, antes del alba, rumbo a la colonia de Sórceran, en la punta norte del bosque, donde nace el río Okambo. El viaje era simple —no por eso menos peligroso—, sólo tenían que cruzar con vida la península por el istmo Coyac, entregar la carta de Orfeo al señor de Sórceran y regresar sobre el río en barco. La travesía se hacía de forma anual y la realizaban todos los aprendices de magia de las tres aldeas, pero en esta ocasión, por tratarse de la princesa, el viaje sólo lo haría junto con su amigo Maqui Azed, hijo del primer comandante de las fuerzas del norte. El bosque los recibió con un silencio sepulcral. Todas las travesías eran iguales, el numeroso contingente de jóvenes hacía que el bosque se comportara de forma indiferente la mayor parte del tiempo; sin embargo, ahora se mostraba curioso de saber por qué dos jóvenes habían cruzado la frontera y si es posible los eliminaría.
Los magos avanzaron rápidamente y sin descansar, durante toda la mañana; hubieran preferido volar bajo, pero eso llamaría la atención de los ojos en el bosque. De día, la apariencia del lugar era como la de cualquier otro bosque —en cuanto a plantas se refiere—, pero sin el canto de las aves, el paso incesante de los insectos, la humedad de la tierra y el aroma dulce de las flores. Los árboles eran de tamaño medio, frondosos en ocasiones, pero distanciados lo suficiente como para dejar ver las montañas Pakis que perfilaban el territorio Coyac y protegían el gran valle. Cerca del atardecer, los magos se detuvieron para montar el campamento en una pequeña colina vacía, antes de llegar a las montañas. La cima sobresalía de la altura media de los árboles, por lo que les brindaba a los viajeros la sensación de seguridad en su primera noche.
Maqui realizó un encantamiento en los alrededores de la colina para evitar que fueran sorprendidos mientras dormían. Farina sacó una pequeña caja de cristal negro y la colocó en el piso; después dijo:
—¡Vacuum protector!
La caja negra se expandió hasta alcanzar el tamaño necesario para albergar a ella y Maqui. Farina entró primero, atravesando las paredes de cristal como si fueran una simple ilusión. Detrás de ella, Maqui se disponía a entrar, cuando un movimiento entre los árboles llamó su atención. Tras un breve parpadeo, todo el bosque quedó sumergido en una niebla densa que abarcaba desde las orillas del río hasta la parte baja de las montañas. Decenas de ojos comenzaron a aparecer entre la niebla, con un tono incandescente y amenazador. La mano de Farina apareció desde la oscuridad de la caja y tiró con fuerza del hombro de su amigo evitando así que corriera un riesgo innecesario. La caja se volvió invisible una vez que los magos estuvieron dentro y no volvería a mostrarse hasta la salida del sol por la mañana siguiente.
Desde el interior de la caja era como estar en un cubo de cristal, apenas visible por las aristas luminosas que se encendían cada que alguien o algo se acercaba a la zona protegida. El clima se sentía templado y muy agradable a pesar de que afuera la temperatura había descendido de forma drástica. Los magos flotaban recostados sobre una nube de humo que se desprendía de una varita de incienso mágico. Evasiva de lo que sucedía a su alrededor, Farina contemplaba las estrellas del cielo y todas las constelaciones que podía reconocer. En su mente predominaba la idea de viajar hasta donde se encontraban los grandes cúmulos de galaxias y averiguar por qué una de las estrellas había decidido caer en su planeta. Farina preguntó:
 —¿Cómo es que puede caer una estrella en la Tierra, si todas ellas están tan lejos y son inmensamente grandes?
Su pregunta no tuvo respuesta, pues Maqui se encontraba de espalda hacia ella y aparentemente dormido.
—Maqui —insistió Farina—. No te hagas el dormido, Maqui. El conjuro para tus ronquidos aún no se descubre, así que estás despierto o de lo contrario ya estarías roncando.
—Antes del a caída de la estrella —contestó Maqui—, cualquier persona hubiera respondido y hasta jurado por lo más sagrado, que es imposible que algo así sucediera. Antes de todo esto, los hombres tenían leyes inquebrantables para casi todo lo que conocía de su mundo, pero ahora… las cosas cambiaron Fari, y no se puede estar seguro de casi nada.
—¡Yo estoy segura de que puedo alcanzar todas esas estrellas! Y lo haré algún día, de una u otra forma.
—Mejor intenta dormir, Fari. Mañana no podremos descansar hasta llegar a la siguiente marca y necesitarás fuerza por si nos encontramos en dificultades.
—Eso quiero, pero no puedo dormir con todos ellos mirándome.
Del otro lado del cristal mágico, una jauría de silios —predadores con forma de roedores gigantes, descarnados parcialmente con garras enormes y habilidades que les hacen letales durante la noche— merodeaban los alrededores en busca de los magos. No podían ubicar dónde se encontraba el refugio y menos entrar en él, pero presentían la presencia cercana de carne fresca, joven y humana.
—Ignóralos, Fari. Necesitamos descansar…
Fueron las últimas palabras del mago antes de comenzar a roncar. Fari utilizó un encantamiento para provocarse el sueño y así, los gruñidos y el alboroto de los silios se desvanecieron por esa noche.


(continuará)

Jorge López García 
El Malevólico

domingo, 8 de diciembre de 2013

Farina Angelias y el hada de la estrella roja (El bosque)





Primera parte


Capítulo 1
El bosque.

Todo comenzó cuando la estrella roja cayó del cielo. El gran bosque del norte se incendió tras el impacto y sólo la primera tormenta del año pudo apagar el fuego, tres días después. Muchas vidas se perdieron: animales, insectos, peces pequeños de los arroyos que se secaron, y miles de árboles tan antiguos como los poblados en las orillas del río Okambo. La comunidad de Tazara era la más importante y contaba con el único puerto para el comercio de toda la región; sin embargo, se quedó casi vacía cuando sus habitantes emigraron a tierras donde el agua no estuviese teñida de rojo por los restos de la estrella. En el momento en que las primeras criaturas sobrenaturales aparecieron en el bosque, las familias abandonaron sus hogares y pertenencias sin el más mínimo remordimiento, convencidos de que lo único que podían hacer para sobrevivir, era escapar. En poco tiempo se esparcieron incontables rumores sobre lo sucedido: alguien dijo que las criaturas llegaron a la Tierra dentro de la estrella para tomar el control del planeta y exterminar al hombre; otros creían que la estrella liberó alguna sustancia que transforma todo lo que toca, haciendo de sus víctimas monstruos indescriptibles. El río sería desviado para evitar la contaminación de sus aguas, y al mismo tiempo, se preparó una campaña para secar el bosque hasta la muerte, pero los nuevos huéspedes lo impidieron y así comenzó una guerra entre el hombre y todo lo que en el bosque existía.
Orfeo Angelias fue el primer hombre en oponerse al exterminio del bosque; más tarde, un pequeño grupo de familias se le unieron para recuperar su hogar en Tazara. Orfeo creía que era el propio bosque quien se adaptaba a las condiciones que dejó la caída de la estrella, permitiendo la evolución de las especies que habitaban en él; y los hombres debían hacer lo mismo —afirmaba con toda su voluntad—, si es que deseaban preservar la existencia de su especie. Impulsados por el valor de su líder, los conquistadores regresaron a sus tierras y comenzaron a expulsar todas las formas hostiles de vida, incluso pelearon contra las plantas que antes de la catástrofe les servían y alimentaban. El resultado fue parcial, pero al final del primer año se pudieron establecer tres colonias que marcaron la frontera entre los humanos y el bosque encantado: Tazara, Sórceran y Génida. Para conseguir hacer frente a sus enemigos, Orfeo y sus seguidores abandonaron su fe en las religiones y volvieron su atención a la sabiduría y el conocimiento de los humanos más antiguos; poderes enterrados en las historias que por cientos de años se consideraron parte de la fantasía y la imaginación.

A partir del nacimiento de la primera Hija de Orfeo: Farina Angelias, los hombres de las comunidades insurgentes se hicieron llamar: sagaris, hombres físicamente normales, pero iniciados en el uso de la magia que miles de años atrás colocó al hombre por encima de las demás especies. Cada bebé sagaris era sometido a estudios y pruebas de supervivencia extremas, para asegurarse que pudieran adquirir los conocimientos necesarios sobre la magia. Farina no fue la excepción, y junto con su amigo Maqui, destacaron en todas las pruebas aplicadas. Ahora, a la edad de catorce años, la primera princesa y el más notable cadete del ejercito sagaris, tendrían su primera incursión en el bosque, para demostrar que son dignos de su especie y valiosos dirigentes de su pueblo.

(continuará)

Dedicado a mi amiga Gabe Luntbert. Felicidades...

Jorge López García
El Malevólico