La
madrugada es un ente,
me
cobija de terrores ocultos,
azuzados
por lenguas de fuego
y
demonios en los claroscuros...
Me
seduce tu belleza ausente.
Las
manos que se extinguieron
como
fantasmas reclaman y sujetan
la
carne entre mis piernas...
...a
veces lento, suave
y
a veces me aceleran.
Mis
manos, posesas de deseo,
estrujan
las sábanas buscando tu piel,
la
humedad de tus entrañas,
la
tersura de tus senos y nalgas...
Tu
aroma impregna la habitación;
rosas
rojas; frescas y penetrantes,
pétalos
expuestos de tu cuerpo
que
me ofrecieron ternura y abnegación.
El
sabor íntimo de tu sal
se
desgrana en mi garganta...
Sirena
que abandonó su reino
por
un mortal empecinado en un sueño.
¿Dónde
depositas las esperanzas
que
un día fueron promesas de amor eterno?
Obligado
a reconocer la derrota,
la
oscuridad de tus ojos me doblega.
Mi
cuerpo se enfría tras revivir el recuerdo
y tu alma errante se aleja de mis sentidos...
El
alba llega sin pedir permiso,
la
noche ha terminado
y
comienza de nuevo el suplicio
hasta
el día de mi último ocaso.
Jorge López García
"El Malevólico"
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